lunes, 24 de mayo de 2010

Mi parto por partes (II)


De vuelta a la habitación después de mi estancia en monitores y una vez administrado el calmante intenté dormir. Afortunadamente las contracciones llegaron y esta vez de forma natural. Después de todo el día yo estaba tan agotada que el sueño me vencía entre una contracción y otra. Toda la noche la pasé agarrando la mano de mi marido, pellizcándole, estrujándole y él dejándose hacer y observándome en silencio como con miedo a decir o hacer algo que me hiciese sentir peor. Y así, mirándonos y agarrándonos se hizo de día. Un día en el que yo ya me había mentalizado que sería como el anterior, porque el dolor no llegó a ser más intenso. Así que decidí pasar un buen rato debajo de la ducha hasta que llegase de nuevo el momento de un nuevo control. Una vez monitorizada se presentó ante mí una mujer que tuvo bastante tacto a la hora de realizar la exploración. Me dijo que el momento del parto estaba cerca, que ya tenía más de cuatro centímetros de dilatación y que me pondrían la epidural como yo había solicitado. Le agradecí tanto sus palabras que le pregunté cómo se llamaba, “Raquel”, y además me animó diciendo que tendría un buen parto.


Cuando me volví a reunir con mi marido ya tenía la epidural y estaba tan tranquila que pudimos charlar bastante rato y bromear porque, quizá una dosis muy alta, yo no sentía ni las piernas.

En una ocasión le pedí que me mirase porque noté un ruido raro. Sé que es demasiado escatológico pero creí que me había cagado encima. Él me dijo que no y no fue hasta después del parto cuando entendí qué fue aquello que sentí. En cuanto a la monitorización volvían a indicarme cada cierto tiempo que me había movido. Llegué a pensar que aquellos aparatos debían estar obsoletos. Para cuando me trasladaron a la sala de partos yo seguía sin sentir absolutamente nada, tanto es así que tenía que ponerme la mano en la tripa para saber cuándo debía empujar. Mi marido miraba expectante y con toda libertad todo lo que sucedía, y yo creo que él era más protagonista de todo aquello que yo. El ambiente era tranquilo y todo el mundo me animaba pero finalmente decidieron que una de las enfermeras se subiese literalmente encima de mi barriga para empuja a la niña. Hubo episotomía de la que yo me enteré por la retransmisión de mi marido. Ya digo que tenía la sensación de que si no llega a ser porque fui la portadora de la niña, no me dejan entrar.


Sin embargo, hubo un hecho que me devolvió a la realidad y que me hizo ser consciente de golpe del momento tan crucial que estábamos viviendo. Me dijeron que la cabeza ya estaba fuera pero que la niña venía con tres vueltas de cordón y además se había hecho caca.

En un solo instante percibí como las caras de todo el personal habían cambiado. Reflejaban preocupación y de repente todo se aceleró. Mi hija ya estaba en este mundo y yo no la había visto.

A unos metros de mí empezaron a aspirarla y le pidieron colaboración a mi marido. Él me decía que era muy guapa, que la tenía en las manos, que ya la vería, pero yo solo escuchaba que llamaban con urgencia a un pediatra. Creí que estaba viendo una película, que mi cuerpo no era mi cuerpo y que todo aquello que sucedía allí era una representación de la que yo era espectadora.


El pediatra llegó y exploraba a mi hija mientras, creo, si no recuerdo mal, me estaban dando puntos. Cuando pregunté qué le pasaba estas fueron sus palabras: “¿No ves que no llora?” Sí, me di cuenta en ese momento. El ruido que emitía era igual que el de un pequeño gato quejándose. “Habrá que esperar un rato para ver su evolución”, añadió.

Yo ya quería verla, quería tenerla encima, abrazarla, besarla, darle la vida que tan mal le había dado, o al menos así lo sentí. Entonces la trajeron. La rodeé con mis brazos y no pude decirle nada mientras ella me miraba con dos ojos enormes y me examinaba minuciosamente. No sé si en ese momento lloré como sí hago ahora cada vez que recuerdo ese primer encuentro.



6 comentarios:

  1. UF! Después de la primera parte esta es un campo de flores, y aún así el mal rato de no oír a tu pequeña debió ser horrible.

    Pero bueno, por lo menos ya tenías en tus brazos el premio!

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  2. Mi hijo lloraba muy bajito. De hecho, creo que no lloraba, era como un lamento muy suavecito, como un gatito, lo has descrito muy bien.

    Todas coincidimos en lo de los ojos abiertos de par en par... qué momento, eh!

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  3. Menudo rato tuviste que pasar mientras no lloraba. Pero al final todo salió bien.

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  4. El susto fue tremendo. Además todavía le tuvieron que hacer una placa para descartar que tuviese los pulmones encharcados pero ya veis que todo salió bien.

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  5. Qué susto, por Dios! Supongo que en esos momentos se te pararía el corazón! Menos mal que, tras un larguísimo parto, puedes tener a esa preciosidad de niña contigo!

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  6. Para variar me he emocionado leyendo tu parto. siento que te tocara gente tan borde, a mi tambien me paso y aun no se me ha olvidado. Algun dia sere yo capaz de relatar mi parto, lo tengo pendiente.
    Me alegro q al final todo saliera bien, el susto tuve que ser tremendo¡¡¡

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