Uno de los cambios más importantes que he experimentado con la maternidad es el estado de ánimo. Después de las primeras semanas en las que el descontrol hormonal fue la nota predominante de mi recién estrenada maternidad, llegó lo que yo llamo la época de “feliz tensión”. Es una temporada en la que me encontraba muy contenta, en la que iba creciendo día a día el enamoramiento de mi bebé al mismo tiempo que se multiplicaba el amor por mi pareja, pero de la que recuerdo además sentirme en tensión y preocupada por que todo estuviese bien en cada momento, especialmente mi hija. Supongo que se debía al repentino y abrumador peso de la responsabilidad, que te hace mantener rígidos todos los músculos del cuerpo durante las 24 horas del día, unida a la segregación constante de hormonas que te hacen ver amor por todos los rincones del universo. Para quien no haya experimentado la maternidad sólo se me ocurre explicarle que es algo así como cuando en un momento cualquiera del día te viene a la cabeza la imagen de un buen recuerdo y de forma repentina aparece una sonrisilla en tu cara que te hace parecer simplona ante las miradas ajenas.
Durante un tiempo pensé que este estado, que a partir de ahora podría denominar “felicidad simplona” desaparecería poco a poco. Creía que era normal que cuando algo nuevo, que nos hace vibrar de emoción, va entrando poco a poco a formar parte de la rutina diaria, desaparecería esa sensación, sin embargo no ha sido así. Ya son casi dos años los que llevo con las endorfinas por las nubes. Por supuesto que tengo bajones, días malos y dificultades cotidianas. Sin embargo, la sonrisa simplona aparece en cualquier circunstancia. Es como si tu rutina diaria avanza y de repente asoma en tu cabeza una imagen y sin poder evitarlo, la imaginación va por libre, y sonríes, en el coche, en la cama, en la calle rodeada de gente, en una conversación aburrida, en mitad de una discusión, preparando un café o en cualquier otro instante y recuerdas “soy la mamá de Teresa”. Son chutes constantes de la hormona de la felicidad.
jo hija, yo estoy igual, 21 meses y suelo estar feliz y discuto poco! claro que me enfado, tengo dias malos y tal, pero en general estoy tranquila
ResponderEliminarlo que hacen las hormonas!!!
Muy bien explicado, a mi me pasa igual. Creo que la maternidad, al menos para mi, ha sido el mejor antídoto contra la depresión.
ResponderEliminarO sea que esta sensación maravillosa y plena... ¿no se va? Jo, menudo chollo!
ResponderEliminarYo a pesar de tener bastantes días malos en cuanto veo a la peque cambio el chip y pienso que tengo que estar contenta por ella, así que sí, es el mejor antídoto.
ResponderEliminarYo pienso igual, pero al igual que estas más feliz, también estas mas sensible y lloras por nada, yo antes no lloraba en peliculas o hasta leyendo un libro ahora me cae la lágrima más facil
ResponderEliminarEs cierto. Y, como cartafol, también estoy mucho más sensible
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