Desde que Teresa era muy pequeña la acompañaba, a cierta distancia en la cuna, un oso de peluche que en el interior tiene una bolsita con unas bolas que se pueden calentar en el microondas y que se mantiene calentito durante bastante rato, aunque en realidad nunca le hemos dado este uso. Es El señor Oso. A pesar de que es el que más tiempo ha pasado con Teresa, el Señor Oso no es al que más cariño le tiene.
Aunque en un principio tenían un uso más decorativo que otra cosa, últimamente si que está mostrando apego por ciertos juguetes. Más que juguetes debería decir muñecos. Su preferido es sin duda Pinkinico, al que ella llama Kico, y que con ese nombre se quedará para los restos. Ya lleva un tiempo que quiere que la acompañe muchas veces a lo largo del día y siempre lo pone a su lado para dormir. Lo busca para todo y se acuerda de él hasta para comer aunque dice que no tiene boca. Cuando muchas noches de madrugada se despierta y pide venir con papá y mamá a la cama, Kico viene de acompañante.
Otra de sus amigas predilectas es Lola. Es una muñeca bastante fea, la verdad. Tiene el cuerpo pequeño, de trapo, y la cabeza, pies y manos de plástico. Su indumentaria es un pijama andrajoso de rayas, pero a Teresa le encanta sacarla a la calle y la sube incluso a los columpios o la pone a bajar por el tobogán. No quiere que se pierda ninguna de las grandes experiencias de la vida y a ésta sí que le ha dado a probar yogures, agua, y todo lo que se le antoja porque dice que tiene boca. Ni que decir tiene que también ha dormido con nosotros en la cama. No puedo poner una imagen de lla porque me ha sido imposible encontrarla y no tengo ninguna foto de ella en este momento, pero lo dejo pendiente porque merece la pena ver lo fea que es.
En este amor que se está despertando por los muñecos ha aparecido una nueva amiga, se trata de Nina. Esta es una muñeca de trapo que a mí si me parece bonita, cuyo único inconveniente es, según Teresa, que no tiene manos, y es que para ella, si el brazo no termina en dedos, tenemos un problema.
Teresa siempre es fiel a Kico, aunque para pasear suele turnar a Lola y Nina en función del plan de actividades que haya e incluso en ocasiones hay que salir con las dos. Les habla continuamente, les pregunta si quieren esto o aquello y las anima a jugar con ella. La cosa es que con este apego por los objetos que demuestra, en la cama muchas veces ya no hay sitio para mí.
Qué rica! Mi hijo pasa bastante de los peluches. Cuando le enseñas uno nuevo se ríe mucho y quiere cogerlo, pero enseguida se pone a chupar la etiqueta con las instrucciones de lavado y luego pasa olímpicamente de él. No sé si en un futuro se apegará a algo, de momento no tiene pinta.
ResponderEliminarMi hijo pasó bastante de los peluches. Sölo le hizo caso, ya de mayor, a un perrito que le regaló su bisabuela al que bautizó igual que el perro de verdad que teníamos.
ResponderEliminarEs curioso, yo a mis dos SobriEwoks les regalé al nacer el PicoNiko XL(creo que mi cuñada no tiene otro porque no tendría sitio para más ratones gigantes), y ahora que soy yo la que esta esperando estoy deseando conocer el sexo para comparle uno... bordadito con su nombre y todo.
ResponderEliminarAunque he de confesar que se lo compraré más pequeño para que pueda llevarlo en el carro (cosido con una cinta para que no se le caiga claro).
De la muñeca fea... Uhm, yo la muñeca más fea que he visto en mi vida era la preferida de una hija de unos conocidos, XDios que horror!.
Mi hijo no hacde caso a los muñecos ni peluches, a excepción de uno, un perrito blanco que llamamos Lolo y con el que duerme. Lo lleva siempre por la casa y como un día se pierda va a ser un drama.
ResponderEliminarEs curioso... por qué siempre muestran apego al muñeco más feo que tienen?
ResponderEliminarCriatura anda enamorada desde hace un par de meses de una muñeca espantosa que está en casa de mis padres y que ahora tenemos que llevar a todas partes.