De nuevo Teresa nos ha dado una sorpresa con el modo en que ha vivido su adaptación al colegio. Como casi siempre nuestros miedos y temores son mayores que los suyos y prueba de ello es que, aunque con los nervios normales del primer día, todo el proceso de adaptación transcurrió con absoluta serenidad.
No hubo llantos, ni tampoco intentos de retrasar el momento
de separación entre nosotras a la llegada. Con un simple beso y una sonrisa se
acercaba tranquila a la fila ordenada de niños totalmente desconocidos para
ella. Quizá el único inconveniente lo encontró al descubrir que este año tendría
un maestro en lugar de una “seño” como ella deseaba.
Para mi sorpresa Teresa no hablaba mucho en clase los
primeros días, así me lo comunicó su maestro, aunque sí se mostraba atenta y
participativa en todas las actividades propuestas. Supongo que necesitaba
adaptarse, observar y poco a poco ir adquiriendo confianza. A los pocos días ya
se sabía el nombre de todos los niños de la clase y el color de cada equipo en
el que están agrupados. ¡No es de extrañar que hablase poco!
Pero a pesar de que todo va bien todavía se acuerda mucho de
sus antiguos amigos de guardería, y eso que no los ha vuelto a ver. A algunos
los nombra casi a diario y se pregunta qué harán y a qué colegio van. A veces
incluso simula hablar con ellos por teléfono y quedan para verse.
Ais pobre, los echará de menos, que cuando eres pequeño el tiempo es mucho maás largo y para ella habría pasado toda una vida con ellos
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